sábado, 24 de julio de 2010

La Utilidad del Verdadero Ayuno




¿Por qué tus discípulos no ayunan?



Como los discípulos Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: ¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día

De este modo Jesús no reniega de la práctica del ayuno, sino que la renueva en sus formas, tiempos y contenidos. El ayuno se ha convertido en una práctica ambigua. En la antigüedad no se conocía más que el ayuno religioso; hoy existe el ayuno político y social (¡huelgas de hambre!), un ayuno saludable o ideológico (vegetarianos), un ayuno patológico (anorexia), un ayuno estético (para mantener la línea). Existe sobre todo un ayuno impuesto por la necesidad: el de los millones de seres humanos que carecen de lo mínimo indispensable y mueren de hambre.

Por sí mismos, estos ayunos nada tienen que ver con razones religiosas y ascéticas. En el ayuno estético incluso a veces (no siempre) se mortifica el vicio de la gula sólo por obedecer a otro vicio capital, el de la soberbia o de la vanidad.

Es importante por ello intentar descubrir la genuina enseñanza bíblica sobre el ayuno. En la Biblia encontramos, respecto al ayuno, la actitud del sí, pero, de la aprobación y de la reserva crítica. El ayuno, por sí, es algo bueno y recomendable; traduce algunas actitudes religiosas fundamentales: reverencia ante Dios, reconocimiento de los propios pecados, resistencia a los deseos de la carne, solicitud y solidaridad hacia los pobres... Como todas las cosas humanas, sin embargo, puede decaer en «presunción de la carne. Basta con pensar en la palabra del fariseo en el templo: Ayuno dos veces por semana

Si Jesús nos hablara a los discípulos de hoy, ¿sobre qué insistiría más? ¿Sobre el sí o sobre el pero? Somos muy sensibles actualmente a las razones del pero y de la reserva crítica. Advertimos como más importante la necesidad de partir el pan con el hambriento y vestir al desnudo; tenemos justamente vergüenza de llamar al nuestro un ayuno, cuando lo que sería para nosotros el colmo de la austeridad –estar a pan y agua-- para millones de personas sería ya un lujo extraordinario, sobre todo si se trata de pan fresco y agua limpia.

Vivimos en una cultura dominada por el materialismo y por un consumismo a ultranza. El ayuno nos ayuda a no dejarnos reducir a puros consumidores; nos ayuda a adquirir el precioso fruto del Espíritu, que es el dominio de sí, nos predispone al encuentro con Dios que es espíritu, y nos hace más atentos a las necesidades de los pobres.

Pero no debemos olvidar que existen formas alternativas al ayuno y a la abstinencia de alimentos. Podemos practicar el ayuno del tabaco, del alcohol y bebidas de alta graduación que no sólo al alma: también beneficia al cuerpo, un ayuno de las imágenes violentas y sexuales que televisión, espectáculos, revistas e Internet nos echan encima a diario. Igualmente esta especie de demonios modernos no se vencen más que con el ayuno y la oración.

Dios con Ustedes

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