Es una misión inmensa, la de la evangelización, especialmente en este nuestro tiempo, en que la humanidad sufre de una cierta falta de pensamiento reflexivo y sapiencial y se difunde un humanismo que excluye a Dios. Por esto es aún más urgente y necesario iluminar los nuevos problemas que surgen con la luz del Evangelio que no cambia.
Estamos convencidos, de hecho, de que el Señor Jesucristo, testigo fiel del amor del Padre, con su muerte y su resurrección, es la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de toda persona humana y de la humanidad entera. Al inicio de mi ministerio como Sucesor del Apóstol Pedro afirmé con fuerza: nosotros existimos para mostrar a Dios a los hombres. Y sólo allí donde se ve a Dios, comienza verdaderamente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos qué es la vida…
No existe nada más bello que ser alcanzados, sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. No hay nada más bello que conocerle y comunicar a los demás la amistad con Él .
La misión de anunciar el Evangelio a todas las gentes es juicio crítico sobre las transformaciones planetarias que están cambiando sustancialmente la cultura de la humanidad. La Iglesia, presente y operante en las fronteras geográficas y antropológicas, es portadora de un mensaje que penetra en la historia, donde proclama los valores inalienables de la persona, con el anuncio y el testimonio del plan salvífico de Dios, hecho visible y operante en Cristo.
La predicación del Evangelio es la llamada a la libertad de los hijos de Dios, también para la construcción de una sociedad más justa y solidaria para prepararnos a la vida eterna. Quien participa en la misión de Cristo debe inevitablemente afrontar tribulaciones, rechazos y sufrimientos, porque se enfrenta con las resistencias y los poderes de este mundo. Es del Espíritu Santo de donde la Iglesia recibe la autoridad del anuncio y del ministerio apostólico.
Por ello deseo reafirmar con fuerza lo que ya he dicho a propósito del desarrollo, es decir, que la evangelización necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en el gesto de la oración, cristianos movidos por la conciencia de que la conversión del mundo a Cristo no la producimos nosotros, sino que nos es dada.
Dios con Ustedes
No hay comentarios:
Publicar un comentario