domingo, 26 de julio de 2009

Riqueza del Hombre




¿Cuál es la verdadera riqueza?

A eso se refieren la parábola, en que dice Cristo: El Reino de los cielos se parece a un hombre que encontró un tesoro en el campo y lo esconde, para ir a vender todo lo que tiene y comprar aquel campo que aparentemente no vale tanto, pero que para él, sí, porque ha descubierto un tesoro y el en su interior dice Voy a comprar este campo. Lo compra, naturalmente muy barato, y se ha hecho dueño de un tesoro. Con esta parábola Cristo no quiere justificar aquí la trampa, Nos quiere enseñar la diligencia que un hombre pone cuando ha encontrado un tesoro.

Tomando este resumen de la parábola encontramos en la sagradas escrituras a uno de los mas grandes Dios se les aparece en sueño a Salomón, el Rey más sabio Dios le dice: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”. Para un hombre en medio de la idolatría del poder y de la riqueza, la tentación hubiera sido: Dame mucho oro, dame mucho poder, entrégame mis enemigos, que los domine a los pueblos, dame la vida larga. Yo me pregunto, qué le hubiéramos pedido al Señor si en una de estas noches se hubiera presentado para decirnos: Te voy a dar lo que me pidas, mas ahora en estos tiempos difíciles tanto espirituales como económicos, Aquí conocemos el criterio del hombre. Cuántos en nuestro tiempo pedirían más dinero, más poder. Ante la terrible tentación de un gobernante, Salomón hacer honor a su padre David y eleva al Señor una preciosa oración: “Señor tú lo sabes todo. Me has constituido gobernante de este pueblo tan numeroso, tan difícil. Yo lo que te pido es un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir entre el mal y el bien; un corazón sabio e inteligente. Este es el mercader que aprecia la verdadera piedra preciosa. Este es el hombre prudente que encuentra el tesoro y lo pide.

la respuesta de Dios es preciosa: “Porque no me pediste vida larga, ni riquezas, ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición. Tu corazón será de hoy en adelante, sabio e inteligente no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti”.


la Iglesia no está en la tierra para privilegios, para apoyarse en el poder o en la riqueza, para congraciarse con los grandes del mundo. La Iglesia no está ni siquiera para erigir grandes templos materiales o monumentos; la Iglesia no está en la tierra para enseñar sabiduría de la tierra; la Iglesia es el Reino de Dios que nos está dando precisamente esto: La filiación divina. Grande, en el Reino de la Iglesia, es aquel que vive la santidad.

Grande es aquel que, como Salomón, puede sentir un corazón muy sabio y muy unido con Dios. Grande solamente es el hombre o la mujer que se hacen, por su arrepentimiento, por su conversión, verdaderos hijos de Dios y pueden participar en la alegría de sus sacramentos, en la felicidad que solamente gozan las almas que ha conservado su inocencia, o si la han perdido, la han recuperado por la penitencia.

Felicidad solamente la tiene el santo. Solamente es libre el verdaderamente santo. Solamente es libre el que no le tiene miedo a las cosas de la tierra, porque sólo tiene un temor: Perder la amistad de Dios. Y conservar esa amistad de Dios, es su tesoro único. Le salen sobrando todas las otras amistades cuando Dios les dice: Tú eres mi amigo, tú eres mi hijo; tú estas destinado, como coheredero con Cristo, para poseer mi Reino, mi felicidad.

Si uno se emociona cuando piensa: Nueve meses antes de Nacer, hubo una mujer que me amaba entrañablemente. No sabía como iba a ser yo, pero me amaba porque me llevaba en sus entrañas. Y cuando me dio a luz me abrazaba, porque no estaba estrenando el amor, ya lo concibió junto conmigo. La madre ama, y por eso es tan abominable el aborto, porque la madre que aborta no es fiel a ese amor que debe tener como Dios, en la eternidad, antes que nazca la criatura. Dios es la imagen bella de la madre embarazada. Dios me tenía en su seno y me amaba y me destino, y aya pensó en mis días y en mi muerte. Lo que me va a pasar ahora, no me importa, ya Dios lo conoce.

No tengamos miedo, vivimos unas horas de difíciles vicisitudes. No sabemos si esta misma tarde estaremos presos o matados. No sabemos qué van a hacer con nosotros las fuerzas del mal. Pero una cosa si sé, que aún a los desaparecidos, aún aquellos que son llorados en el misterio de un secuestro, Dios los conoce y los ama.

No desconfiamos de esta gran verdad. Este es el verdadero tesoro del Reino de Dios: La esperanza, la fe, la oración, la fuerza íntima que me une con Dios.

Esto pidamos, siempre como Salomón: Señor, no me des riquezas; no me des vida larga o corta; no me des poderes en la tierra que embriagan a los hombres; no me des locuras de idolatría de los falsos ídolos de este mundo. Límpiame Señor mis intenciones y dame la verdadera sabiduría del discernimiento para distinguir entre el bien y el mal.

Dios con Ustedes

No hay comentarios:

Publicar un comentario