miércoles, 12 de agosto de 2009

Tiempo de Descanso



Dios hizo todas las cosas, que las dejó revestidas de esa bondad y belleza que ponen su firma de autor, y que tras la creación del hombre y la mujer como cumbre de toda la obra creada, Dios descansó.

No me estoy refiriendo a las vacaciones sin más, sino al descanso. Hay vacaciones que pueden ser un desproporcionado alarde de divertimento frívolo que no aportan nada más que gasto superfluo.
Unas vacaciones así planteadas podrían ser incluso un sarcásticas ante personas que han perdido su trabajo y que con creciente angustia tratan de sobrevivir y de encontrar una salida a su desesperante situación.

En este mundo de la prisa en el que tantas veces nos vemos envueltos, todos necesitamos un paréntesis de resuello en el que tomar aliento y recuperar la razones profundas por las que nuestra vida tiene un sentido.
Por eso el principio divino de descansar supone también un inteligente y al mismo tiempo sencillo modo de proceder a esta holganza, para que realmente el descanso nos traiga paz a las tensiones, nos recupere de fatigas, nos reencuentre tras los desencuentros, nos permita mirar a las cosas, a las personas y a nosotros mismos como nos contemplan los ojos serenos de Dios. Cada uno tiene una circunstancia personal que hace que tengamos que pensarnos cuándo, cómo, dónde, con quién es posible tener estos días vacacionales.

Primero, volver nuestra vida a Dios. Demasiadas veces le tenemos orillado y ausente por nuestro descuido, por nuestra fe superficial y nuestro amor raquítico hacia el Señor, hacia María y los santos.
Es deseable que encontremos un hueco según nuestras posibilidades para recuperar esa relación afectuosa y filial con Dios que tantas veces nos hurta el apresuramiento de nuestros días.
Segundo, volver nuestra vida a las personas a las que Dios ha querido vincularnos por motivos familiares, amistosos o profesionales. Especialmente con las personas más cercanas con las que incluso podemos gozar juntos de unos días de descanso, tratar de disfrutar de su compañía, de aprender de su sabiduría, dejarnos complementar con sus talentos y dones, al tiempo que ofrecemos lo que cada uno es y tiene para este intercambio de amor recíproco.

Finalmente, tomarnos estos días de descanso para realmente descansar. Todo lo que sea saludable para nuestra vida ajetreada y dispersa hemos de cuidarlo con esmero: la comida, el sueño, el ejercicio físico, lo que enriquece nuestra vida humana y culturalmente. Sólo así, a la vuelta de estas vacaciones podremos continuar con nuestro trabajo habitual habiendo sido enriquecidos en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu.

Dios con Ustedes

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